En principio, la ansiedad es una emoción adaptativa, puesto que nos pone en alerta ante un posible peligro y de este modo podemos defendernos de él. Por ello, la ausencia total de ansiedad es un grave problema, puesto que no estaríamos preparados para defendernos ante las situaciones de riesgo.
Los problemas en relación a la ansiedad comienzan cuando es muy elevada y desproporcionada en relación al riesgo real o surge sin que exista un peligro externo que genere ese miedo (riesgo interno y subjetivo).
Experimentar ansiedad de manera elevada y constante puede provocar un bloqueo en el rendimiento o una pérdida de control sobre nuestra conducta normal, ocasionando diferentes cuadros clínicos: ataques de pánico, ansiedad generalizada, diferentes tipos de fobia, trastorno obsesivo compulsivo, estrés o sexo compulsivo.
SÍNTOMAS
La sintomatología que aparece en la persona que sufre ansiedad es muy diversa, puesto que pueden aparecer problemas a nivel, físico, psicológico y social.
Síntomas físicos: taquicardia, palpitaciones, opresión en el pecho, falta de aire, temblores, sudoración, molestias digestivas, náuseas, malestar estomacal (ardor, sensación de nudo), tensión muscular, cansancio, hormigueo, mareo, estado de hipervigilancia, trastorno del sueño y de la alimentación, etc.
Síntomas psicológicos: inquietud, miedo, sensación de peligro, inseguridad, sensación de estar fuera de control, baja autoestima, dificultad para concentrarse y fijar la atención, pensamientos negativos y catastrofistas, etc.
Problemas relacionales: irritabilidad en el trato con otras personas, aislamiento, bloqueo ante el contacto o conductas inadecuadas por nerviosismo; dificultad para mantener una conversación, para expresar las emociones o las propias opiniones; timidez y retraimiento, miedo a tener conflictos o enojar a la otra persona, etc.
CONCEPTOS RELACIONADOS
Ansiedad generalizada: se caracteriza porque la persona sufre de angustia general y a veces permanente. Las personas que padecen de ansiedad generalizada experimentan miedos y preocupaciones persistentes no específicos.
Ataque de pánico: es un tipo de ansiedad que cursa como una crisis aguda con intensa sintomatología y que suele asociarse a la vivencia de pérdida de control e incluso de muerte inminente.
Miedo: respuesta emocional a un peligro concreto frente a la ansiedad como un sentimiento de incomodidad más continuo y permanente.
Estrés: se produce cuando una persona percibe que ha de hacer frente a demandas ambientales que sobrepasan su capacidad de respuestas.
Paranoia: supone la creencia de que el mundo está en contra suya y una actitud en guardia continua. La persona está enfadada con el mundo y ve siempre malas intenciones, con lo cual se establece un círculo vicioso de desconfianza y rabia.
Obsesión: es un plano superior a la ansiedad. La persona obsesiva busca la perfección (su idea de perfección) de manera enfermiza; necesita tener todo controlado, este control es lo que le permite sentirse segura y evita que se desmorone. Los pensamientos obsesivos y las conductas compulsivas le proporcionan una sensación de control.
Distorsión cognitiva: es una forma seriamente deformada de pensar que influye en lo que sentimos.
La obsesión y la paranoia tienen un punto de pensamiento alterado por la ansiedad.
Fobias: se caracterizan porque la persona sufre miedo y ansiedad irracional por algún estímulo o situación que, en principio, representa poco o ningún peligro real.
Agorafobia: se caracteriza por la angustia al encontrarse en lugares abiertos o en situaciones donde la persona piensa y siente que salir de allí puede resultar difícil.
ACOSO Y ANSIEDAD
En lo que respecta a las personas que han sufrido algún tipo de acoso, que han vivido con un miedo continuo a sufrirlo o que han sentido el peligro de ser descubiertas y atacadas, casi que lo normal y adaptativo es aprender a estar alerta ante posibles enemigos.
En base a este razonamiento es entendible que el estado de angustia, miedo y ansiedad sea algo habitual en las personas que han transitado lo que significa pertenecer a una minoría afectivo-sexual en nuestra sociedad. Así, se normaliza vivir en un estado de ansiedad generalizada, de forma que ni siquiera existe la conciencia del problema. En la construcción de la personalidad se va asumiendo la angustia y el miedo de poder ser atacadas impunemente como algo que va en el paquete de ser lesbiana, marica o trans.
Hemos de tener en cuenta que en muchas de las personas LGTBI+ existe un miedo muy nuclear a perder el apoyo del entorno (recordemos que el temor a no ser querida por las figuras de referencia que siente la persona no vista y aceptada en algo tan esencial respecto a la propia identidad hace crecer con un apego inseguro que provoca una angustia constante). Esta angustia constante se pega a piel y se convierte en algo que forma parte de la persona, muchas veces sin conciencia de que es algo de los que se puede y se debe desprenderse.
Como indicaba en el artículo titulado “estrés de las minorías”, el rechazo y la presión sufrida en la infancia y adolescencia por las personas que se salen de las normas sociales clásicas respecto al sexo y el género provoca un cuadro conocido como estrés postraumático.
La ansiedad es el síntoma más característico en el estrés postraumático (TEPT); el cual puede ir asociado a otros trastornos relacionados con la ansiedad, como son: fobias, trastorno obsesivo-compulsivo, paranoia, trastorno de pánico, agorafobia, vulnerabilidad a las drogas, distorsiones cognitivas, indefensión aprendida, problemas de asertividad.
SENTIR, PENSAR, HACER
Desde la psicoterapia gestalt, La actuación humana consciente y consecuente se plantea como un equilibrio entre sentir, pensar y hacer. La ansiedad se entiende como un mecanismo de contención que paraliza a la persona en un doble sentido; por un lado, impide conectar con las emociones y, por otro, pasar a la acción.
La paralización se produce a nivel mental, mediante las actividades relacionadas con el pensar, adivinar, imaginar, planificar, recordar el pasado o predecir el futuro. Es en esta zona donde se alojan las expectativas catastróficas, los complejos que distorsionan la visión del mundo, ideas acerca de las cosas, creencias, los miedos,…
Ya que la ansiedad supone una paralización a través de la actividad mental, intentaremos que ésta deje de actuar de forma tan severa mediante técnicas de parada de pensamiento; así habrá más espacio para desarrollar las áreas de sentir y actuar.
SENTIR: atender al sentir, consiste en escuchar nuestras necesidades y deseos. Estas respuestas las encontramos en la parte de nuestro cerebro más emocional; son respuestas a las que no se accede desde el pensamiento (pensar lo que deseo solo crea confusión, el deseo se siente), consiste en relajarse y escucharnos sin censura.
Para ayudar a darnos cuenta de estas emociones, necesidades y deseos contamos con la ayuda del cuerpo físico. Atender a las sensaciones corporales que acompañan a las emociones ayuda a identificar nuestras necesidades reales o deseos más íntimos ya que, a veces, resulta difícil acceder a ellos.
El concepto de coraza muscular que desarrollaré en el siguiente artículo se refiere a esta relación entre las tensiones físicas y el intento de controlar las emociones.
PENSAR: una vez hemos tomado conciencia de los que necesitamos o queremos, analizamos estos mensajes. De una manera racional los confrontamos con la realidad, indagamos sobre la posibilidad, las maneras y las estrategias para satisfacerlos de la mejor manera posible, buscando el equilibrio entre los deseos y la posibilidad de llevarlos a cabo.
ACTUAR: una vez que nuestra emoción y razón han llegado a un consenso pasamos a la acción, de otra manera el ciclo quedaría interrumpido, provocando ansiedad y angustia. Actuamos desde la decisión tomada con responsabilidad y asumiendo conscientemente sus consecuencias.
TRATAMIENTO DE LA ANSIEDAD
Si entendemos la ansiedad como un mensajero que nos está avisando de que tenemos aspectos vitales que resolver, el objetivo será escuchar ese mensaje; tomar conciencia de lo que nuestro cuerpo nos está trasmitiendo a través de la ansiedad.
La ansiedad es el síntoma que nos dice que hay conflictos subyacentes sin resolver y que deberíamos poner atención en que nos está sucediendo para poder afrontarlo.
El miedo que supone enfrentarnos tanto a emociones como a situaciones que valoramos (de forma más o menos irracional) como peligrosas, hace que nos quedemos atascados en la zona de los pensamientos y las ideas.
El trabajo terapeútico tendría tres direcciones relacionadas con el sentir, el pensar y el hacer.
Por una parte ayudar a acceder al mundo emocional, por otra facilitar estrategias para frenar la actividad mental y por último, que la persona adquiera herramientas y recursos para pasar a la acción, para que se permita actuar y dejar fluir toda esa energía bloqueada.
Así, los objetivos que se pretende alcanzar con la intervención son:
- Reconocer y gestionar nuestras emociones.
- Conocer las sensaciones físicas que acompañan a nuestras emociones y que ayudan a identificarlas.
- Aprender técnicas de respiración y relajación para acceder a las emociones y calmar la ansiedad.
- Revisar y cambiar los pensamientos irracionales que estimulan la ansiedad.
- Utilizar diferentes estrategias de parada y control de pensamiento.
- Aprender a desconectar y a realizar cosas que nos ayudan a relajarnos.
- Que la persona comprenda el origen de su ansiedad.
- Tener valor para eliminar situaciones que generan estrés.
- Aprender a manejar situaciones que debemos seguir afrontando.
- Revisar sentimientos de culpa, miedo y vergüenza paralizantes.
- Aumentar la autoestima y la autonomía personal.
- Integrar en la vida el autocuidado y el disfrute.
La vertiente fisiológica de la ansiedad se refleja en la contención de la respiración mediante la tensión muscular. Mediante ejercicio físico, respiratorios y de relajación que ayudan a liberar tensiones musculares se puede apoyar que salgan las emociones (modelo de trabajo de Reich y Lowen).
Muchas veces, la persona acude a psicoterapia, o fisioterapia, cuando el dolor mental y físico que provoca tanta contención es mayor que el miedo a lo que pretende contener. También es cierto, que esos fantasmas que tanto nos han asustado, si nos atrevemos a volver a mirarlos suelen ser más pequeños de lo que recordábamos, aunque no lo parezca, durante nuestra vida vamos desarrollando recursos de los cuales no somos conscientes y que no teníamos cuando la ansiedad se instauró en nuestra vidas.
La coherencia entre sentir, pensar y hacer provoca serenidad y, por tanto, felicidad.
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