EXILIO Y DESARRAIGO

Oscar Bendicho

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El éxodo de nuestra comunidad a las grandes ciudades se basa en la búsqueda de espacios en los cuales no sentirse excluidos, donde poder vivir con un mínimo de libertad.

Considero que es fundamental para un desarrollo equilibrado estar en contacto con personas con las cuales poder compartir lo que uno es, lo que siente, sus necesidades y deseos,… Las minorías sexuales encontramos esos espacios en las grandes núcleos donde se han constituido comunidades fuertes que dan identidad a sus miembros y se constituyen en referencia para personas que viven alejadas de estos centros (que algunos descalifican como guetos).

Este exilio, unas veces elegido, pero casi siempre bastante inducido por las circunstancias, provoca cierto desgarro (sobre todo cuando el exilio es, además, intercontinental, económico, político, con amenazas de prisión o muerte,…).

Esta búsqueda de libertad suele llevar aparejada soledad. La búsqueda de nuevos referentes supone, en ocasiones, transitar por zonas desconocidas en las que nos buscamos sin tener muy claro a donde vamos a llegar; supone traspasar por un vacío ansiógeno, ya que vamos abandonando el pasado en búsqueda de un futuro incierto.

Esto que viene de antes, son las raíces, la familia, elementos de gran relevancia a la hora de conformar la personalidad y dar una identidad y cuya carencia provoca, en ocasiones, sentimientos de profundo desarraigo.

Ante esta circunstancia de desamparo social, es preciso crear espacios alternativos, donde se creen vínculos que de alguna manera signifiquen relaciones estrechas e íntimas (muchas veces sustituyen a la familia de origen), una nueva familia basada en lazos de amistad con la gente que aparece en la nueva vida.

El sentimiento de exclusión que se puede sentir ante el núcleo de origen hace que la búsqueda de pertenencia sea algo que dirija las relaciones. Nos quedamos huérfanos y sin identidad y es preciso crear alternativas que proporciones apoyo y seguridad. Es preciso crear raíces para poder crecer.

En muchas ocasiones, este exilio es favorecido también por el entorno próximo (la familia) que no suele saber, o no quiere saber, como gestionar nuestra pública exposición (una vez más, el conflicto surge cuando queremos hacernos explícitamente visibles).

De hecho, es bastante habitual que haya una desconexión entre la nueva vida que se desarrolla al llegar al nuevo espacio elegido para vivir en coherencia con uno mismo y aquello que viene de antes. Con lo cual, la ruptura, o por lo menos el distanciamiento, entre la nueva forma de vida y el entorno de origen se hace inevitable e los primeros momentos.

Desde mi punto de vista, es el trabajo personal desarrollado dentro de un contexto de referencia positivo (construido a través de la lucha personal, social y política) lo que puede permitir reencontrarse con los orígenes en términos de igualdad.

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